El rock, sonido para ángeles

La ciudad hace un recorrido por los inicios, los precursores, la evolución, las bandas y las tendencias que ayudaron a delimitar el sendero de lo que muchos llaman "rock paisa". Una mirada con ritmo local...

Por: Jorge Giraldo Ramírez **

Festival de Ancón, el inicio

Lo que se decía era que iba a ser el mejor festival del mundo, si acaso superado por el de Woodstock, y aún eso estaba por verse, por que aquí también iban a venir los fuertes de Estados Unidos y Europa, más los de Latinoamérica, y gente iba a llegar de todo el mundo, no sólo gringos. Pero yo no iba a poder ir. Apenas tenía doce años y todavía podía más la familia que las ganas.

El viernes ya se oía en el Sanyo de la abuela el chirrido, "La Voz de la Música, cambiando el sonido de una generación" y los berridos del Grillo Toro trasmitiendo desde Ancón con tanto esfuerzo que más me parecía oír su voz viva viniéndose por la orilla del río hasta Envigado, que las ondas hertzianas. Lo maluco eran las noches porque a las seis y media se acababa la transmisión y no aguantaba oír la repetición por Radio 15, entonces tocaba oír la programación cotidiana como si nada extraordinario nos estuviera pasando, mientras Ancón, ahí no más a una hora caminando, era el centro mundial de los jóvenes. Noches duras. Pero no más dura que la del domingo. El domingo se acababa el Festival y ya sentía los mismos retorcijones en el estómago que siempre me han producido las despedidas.

Duro con los hippis y yo que iba a ser hippi de doce años, pero sí me gustaba el rock, tanto como para llorar por no haber podido estar en Ancón. Y duro con los jóvenes el padre Gómez. Yo me reía con muchas cosas del padre en su programa radial después de la familia Telerín, pero esa noche no. Noche dura la del 20 de junio de 1971. Testimonio de uno de los asistentes al Festival de Ancón, la cita que dividió a Medellín en dos.

 

Juventud y rebelión

En el Medellín de los años sesenta, la masiva migración desde el campo es protagonizada por familias con hijos pequeños que pasan a engrosar los sectores pobres de la ciudad. Por ello, la juventud de la época es fundamentalmente urbana, con mayor identidad entre los sectores medios y se enfrenta a las prácticas culturales pueblerinas que inundan la ciudad. Durante los años de esta gigantesca colonización poblacional, una explosión cultural se produce en los países desarrollados y se difunde universalmente. El rock llega a Medellín, como al resto del tercer mundo, desde afuera pretendiendo instalarse entre la juventud. Cuando arriba a mediados de los años sesenta otras expresiones culturales ya han sentado sus reales entre algunos grupos de jóvenes: la política de izquierda y el nadaísmo, a la que se sumó el rock, las tres manifestaciones de rebeldía juvenil en la capital antioqueña.

 

Llega el rock

De la mano de una cultura juvenil que se internacionaliza vertiginosamente, entra el rock a Colombia, y a Medellín en particular, ganando enorme aceptación entre los jóvenes porque la gente estaba esperando un cambio y era muy fácil, por que era cambiar del tango y no más .

Como un guijarro que cae sobre el río, el rock cae literalmente a Medellín. Llega en pequeñas dosis, primero a través de los viajeros que mueven las copias de los grandes grupos anglosajones de la época, y después con los pequeños prensajes de esos álbumes efectuados por las disqueras nacionales, la mayoría de las cuales tenían sus fábricas en la ciudad. De aquí se nutren pequeñísimos grupos de jóvenes de las clases alta y media. Porque la difusión más amplia fue mediatizada por los grupos y cantantes mexicanos, argentinos y españoles, que coparon las emisoras y el gusto de los jóvenes en general, iniciando el socavamiento inexorable de la cultura tanguera, dominante en esos años.

Esta difusión del rock se hizo bajo las formas exitosas y dominantes en el mundo desarrollado y bajo sus denominaciones de twist, rocanrol, yeyé, impulsadas por la industria mediática y empresas manufactureras. En Medellín es Guillermo Hinestroza Isaza, un comunicador de masas ligado al espectáculo futbolístico y musical, quien promueve "El Club del Clan" con un programa radial como principal palanca, el mismo que después alimentará esta cadena, siendo retomado en Bogotá por Alfonso Lizarazo y llevado a la televisión . Como campaña nacional, llegará el famoso "Milo a GoGó" con sus promociones comerciales y concursos en las principales ciudades del país .

De esta manera la recepción del rock en Medellín es copia del fenómeno del Norte. Y es la clase alta la que tiene los medios y el afán de llegar a la moda. Lo novedoso en estos años son las fiestas en los clubes exclusivos como el Medellín y el Campestre, donde la gente rica se viste de hippie y rocanrolera, trayendo ropa importada o comprando nacional en "La Caverna de Carolo", para escuchar las novedades discográficas y bailar los primeros grupos de la ciudad que interpretaban la nueva música.

 

A cantar

Precisamente los concursos de rocanrol contribuyeron a que algunos jóvenes se aventuraran a cantar y a crear grupos para tocar la música de moda. Lo primero resultaba más fácil y por ello la nube de cantantes fue grande en la ciudad: Jorge Hernán, Alvaro Román, Johnny Richard, Fernando Calle, Gustavo Quintero, Juan Nicolás Estela. Como siempre fue más difícil crear grupos sin facilidades comerciales para adquirir los instrumentos y, obstáculo más pequeño, sin conocimientos musicales; aún así aparecerán Los Yetis, Los Teen Agers, Los Ampex.

Es en el ambiente de los jóvenes que asumen el protagonismo del rocanrol medellinense donde se gestan las contradicciones acerca de la manera como se debe recibir el rock, contradicciones alrededor de tres aspectos claves: el mensaje de los temas, la actitud de los noveles artistas y el idioma. La superficialidad de la lírica del rocanrol pasada por los alambiques de las disqueras y las traducciones hispano-mexico-argentinas, fue asumida por los grupos de la ciudad.

 

Los Yetis

Los Yetis nacen con una intención rebelde. La elección del nombre se hizo para significar un personaje descuidado o sea olvidado... un hombre fuera de todos los cánones posibles . Y una expresión de esa informalidad se manifestaba en el hecho de no usar uniformes, en contravía de la tendencia dominante en los grupos de entonces. Contra la corriente Los Yetis intentarán, lográndolo en unos cuantos temas, expresar una opinión y una forma de sentir en sus canciones que los acercaba al ideario nadaísta y lograba oponerlos al establecimiento. Pero antes de Ancón Los Yetis ya están perdiendo la batalla y su nombre, premonitariamente, los ubicará como un eslabón perdido del rock antioqueño.

 

Las nuevas manifestaciones

En los calendarios inmediatamente anteriores y posteriores al 80, no sólo el rock está en crisis en Medellín. El escenario mundial del rock no es más claro. Los grandes grupos han muerto, los nuevos profetas de la USA e Inglaterra -Springsteen y Bowie- no ofrecen conexiones ciertas a nuestra juventud, el espectro comercial lo llenan el disco y el pop.

El ambiente está listo para la recepción de otras propuestas culturales y musicales. Y ellas llegan desde los bajos fondos de las grandes ciudades del Norte, cargadas con una crítica absoluta a las consecuencias de la modernidad, con una atmósfera pesimista y el rechazo del mundo adulto, que respondían a las mil maravillas al estado de Medellín. Efectivamente, el punk y el metal arriban a la ciudad, de la misma manera que el rock a mediados de los sesenta: en discos y cassetes traídos de Inglaterra y Estados Unidos, que luego se multiplicaban en cintas de circulación mano a mano, para escuchar a Sex Pistols, Dead Kennedys, The Clash o Ramones. Pero la recepción va a ser muy distinta.

Ya en Medellín, Carbure estaba logrando una gran popularidad con su tema "El faltón" (Cuando creo en un amigo y confío en él/ nunca pienso que me da en la cabeza/ siempre es confianza, siempre es amistad/ nunca espero yo que me falte) y las tendencias dominantes en el rock de la ciudad hasta entonces se revierten.

 

No a la frivolidad

Ahora es imposible pensar en letras frívolas. En medio de la crisis social, la música tiene que dar a los jóvenes la voz que la sociedad les quita, y por lo tanto debe haber un mensaje en las canciones y debe posibilitar que se entienda . El español tiene que ser el idioma de nuestro rock. Y además ha de ser rock, ha de ser un ritmo fuerte que exprese la actitud de rechazo y crítica al medio y sus instituciones, nada de pop, nada de melosidades. Ese es el comienzo de la formación de comunidades de gusto entre los jóvenes aficionados al rock en Medellín.

 

Llega el parche

En este ambiente aparecen los "parches" y las "notas" en los barrios populares como espacios predilectos de esas comunidades de gusto. Comunidades que giran alrededor de la música, para circularla y hacer traducciones de las letras de las canciones, y, muy importante, para conversar sobre sus vivencias, sus problemas, la pobreza, la muerte, de por qué existimos, algo filosófico .

 

Expresión de vida

El rock se esparce por toda la ciudad, de Envigado a Bello, de Belén a Manrique, de Castilla a El Poblado. Las comunidades de gusto se afianzan y surgen los grupos de punkeros, metaleros, vieja guardia, hardcore y, luego, new wave y rap. La irrupción de comunidades de jóvenes con fuertes identidades de expresión cultural, incluyendo costumbres vestuarios y cabezas, genera dos fenómenos, uno de represión y otro de disensiones entre los grupos. Los grandes conciertos empiezan a ser escenarios de violencia, como en la Plaza de Banderas 82 y La Macarena 83. Los pequeños conciertos son boicoteados permanentemente, pues la policía -muchas veces instigada por los vecinos- allana los locales, hace disparos, decomisa la botas de los muchachos y destruye los equipos. Esta va a ser una historia repetida a lo largo de los ochenta y bien entrados los noventa. En gran medida es una represión oficial que genera reacciones de confrontación de los jóvenes con la policía; desde los graffitis hasta las calles.

 

La batalla de las bandas

En 1983-84 surge la primera pareja de grupos paradigmáticos de la ciudad: Parabellum, banda hardcore, y Kraken, banda de metal y heavy. Ambos grupos van a ser asumidos por las comunidades de gusto como símbolos de una disputa incubada entre punkeros y metaleros. La disputa tiene connotaciones culturales y artísticas, pero en Medellín va a tener un trasfondo muy evidente creado por las diferencias sociales. Había rockeros en toda la ciudad, pero eran evidentes los contrastes entre los de Laureles y los de Aranjuez, por ejemplo. La diferencia social empezó a tratarse con resentimiento y con violencia, como nos lo enseña la cultura paisa. "Punkeros de mierda" y "metaleros burgueses", se hicieron expresiones comunes.

En medio de semejante animosidad se dio "La batalla de las bandas" y entonces la gente de la comuna bajó con sus grupos a hacerse sentir y a no dejar que otros grupos, de otra clase, ni siquiera rica, sino de la clase media, se expresara con su música . Reprimido desde fuera y fuertemente dividido, en el movimiento rock empieza a desarrollarse una fuerte tendencia marginalista, incubada principalmente desde los grupos punkeros.

 

Los marginados

El marginalismo se revestirá en Medellín con el nombre de "movimiento subterráneo", y habrá constantes referencias a él como "underground" o "escena subterránea"; se va a expresar a través de fanzines, sus propios parches y grupos. Especialmente algunos fanzines como Nueva Fuerza, surgieron con la intención de aglutinar dicho movimiento. En la bandera de la publicación podía leerse "música-ideología-hardcore- metal-punk", y lo definían así: el movimiento subterráneo, como su mismo nombre lo indica es algo que se debe desarrollar al margen del gran comercio discográfico y al margen también de la gran industria publicitaria que convierte todo en un mero producto de consumo .

Más adelante, los grupos quieren "rechazar el conformismo" y mostrar la "realidad en la que estamos viviendo" , hablar de la realidad del país y de la descomposición social. Los nombres, las producciones y canciones de la segunda pareja de grupos paradigmáticos de Medellín, IRA y Masacre (1988), de nuevo hardcore y metal respectivamente, expresan esta postura .

Buena parte de la lírica del rock antioqueño, ataca duramente "la disolución moral": son decenas las canciones contra la droga, el consumismo, la hipocresía y, durante diez años (85-94), casi todas contra la violencia. Más lejos aún está Frankie ha Muerto que recurre a metáforas de la literatura gótica y a elementos religiosos o esotéricos para expresar un mensaje existencialista.

 

No al rock

Las emisoras de música "moderna" excluyeron de antemano de sus programaciones el gusto y las expresiones dominantes entre los rockeros; el ciudadano común y corriente no soporta la apariencia de los muchachos, treinta años después de estar cotidianamente instalados en el espacio urbano. Incluso obras de gran valor artístico y social como la película "Rodrigo D" tuvieron un efecto contraproducente en estas esferas. Una válida licencia artística para mostrar la situación de Medellín, ciudad de rock y de violencia, llevó a Víctor Gaviria a desarrollar una anécdota que fue ampliamente rechazada en el movimiento rock.

Ideología e identidad Más de un lustro de crecimiento doloroso ayudó a perfilar los nuevos rasgos identitarios del rock de Medellín que empiezan a hacerse dominantes con el amanecer de los noventa. En primer lugar se impone el reconocimiento de una identidad en medio de las diferencias, punto alcanzado por la oposición que el resto de la sociedad hace al rock y por el valor, que con el tiempo, va demostrando cada banda y tendencia.

 

Los alternativos

Cobra patente en el Medellín de los noventa esa franja difusa denominada rock alternativo. Ya no podemos hablar de otra pareja paradigmática, sino de un abanico de grupos que incluye formaciones nuevas como Estados Alterados, Neus, Frankie ha Muerto, Bajo Tierra, Polvo de Indio, Juanita Dientesverdes, Los Árboles. Sin embargo, se mantiene la importante frontera establecida desde principios de los ochenta con el pop. Frontera difusa es verdad, pero que explica una permanente discusión y juicio acerca de las expresiones de la música juvenil que no deben ser consideradas rock.

** TOMADO DE LA CIUDAD.com
Este texto es una adaptación para La ciudad de Jorge Giraldo Ramírez, quien es Licenciado en Filosofía e Historia. Giraldo Ramírez es aficionado, productor independiente de algunas grabaciones y conciertos, articulista ocasional sobre rock en revistas y periódicos antioqueños y nacionales.

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